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Ya sea en solitario o como parte de los Dark Bros, podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que Gregory Dark es uno de los directores cuya iconografía fílmica resulta más atrayente, a la vez que intrigante, para el espectador.

Dark nunca ha sido del todo bien visto por la industria y él mismo ha despreciado en múltiples ocasiones este negocio y a sus artífices (Randy West es su objetivo favorito). Siempre ha calificado el cine porno como falto de valor artístico, un negocio cuyos autores se caracterizan por su falta de creatividad y su poco conocimiento del mundo cinematográfico. Aún así hay un puñado de títulos que dice respetar, entre ellos están: “The Oppening of Misty Beethoven”, “Hidden Obsessions”, “The Adventures of Buttman” y “The Devil in Miss Jones”.

Sería esta última la que le proporcionara la excusa argumental para realizar el que en mi opinión es su mejor trabajo, “The Devil in Miss Jones 3 & 4” (1.986) (para evitar confusiones decir que es una sola historia cortada en dos películas). Queda claro con el subtítulo de la tercera entrega, “A New Beginning”, que más que una continuación de la saga lo que hará Dark es realizar su propia versión del clásico.

En este caso el particular descenso a los infiernos de la señorita Jones, muerta en pleno acto sexual, se nos articula por medio de unas entrevistas en las que sus allegados nos intentan explicar quién es realmente Justine Jones, mientras que la protagonista se dedica a deambular por el averno intentando encontrar una salida.

Se trata de una película que va más allá del sexo. Enmarcada por su característico humor negro, Greg Dark no trata de que las escenas sexuales sean el sustento del film, sino que se presentan perfectamente engarzadas con la historia y nunca rompen el ritmo de la narración. Además destaca también su particular recreación del infierno, en la cual, entre decorados de cartón piedra, se mueven personajes que sólo pueden ser paridos por una mente enferma.

Pero pese a esto, que nadie se equivoque, escenas como el inolvidable gang bang de Vanessa del Río o la doble vaginal de Amber Lynn han encallecido las manos de muchos espectadores (aunque personalmente me quedo con el morbo que transmite Careena Collins en su aparición).

Por su parte, como Miss Jones, tenemos a Loys Ayres, una actriz fundamental en la filmografía del director al ser la protagonista de la primera escena que dirigió en “Let Me Tell Ya Bout White Chicks”. Quizá no tan conocida como algunas de sus compañeras de reparto, la realidad es que sale más que bien parada de la comparación y realiza una actuación (a todos los niveles) que le permite llevar el peso de la película sin problemas, aunque para los estándares actuales pueda resultar algo fría en materia sexual.

Aún así, pese a todas estas alabanzas, debe quedar claro que este paseo por el tártaro no es para todos los gustos y pese a su reconocimiento generalizado por la crítica especializada, también hay que mencionar que no son pocos los que encuentran su ambientación ridícula, su fotografía deficiente o que el trabajo del director entorpece más que ayuda, consiguiendo que escenas como la de Vanessa del Río puedan incluso resultar incómodas más que excitantes.

Como apunte final, y a modo de corolario, os dejo con una crítica que encontré mientras preparaba este texto. Según The Wise Woman’s Guide to Erotic Videos se trata de una película “fea, estúpida, cruel, racista y sexista”. Imposible meter más palos en menos palabras.