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El otro día andaba por casa de mis padres buscando unos papeles de mis tiempos universitarios. Husmeando entre gráficas macroeconómicas, análisis de coste beneficio o escritos de Alfred Marshall me encontré con una pequeña sorpresa. Camufladas al fondo de un cajón había unas cuantas cintas VHS sin identificación alguna que no había visto desde hace años.

Por aquellas películas Jenna Jameson se afanaba en apagar incendios mientras daba buena cuenta de alguna que otra manguera más carnal, Chasey Lain trataba de salvar el mundo embutida en un diminuto vestido de enfermera o Angelica Bella debía soportar estoicamente los burdos acercamientos de un oficial nazi que terminaba por aliviarse manualmente en un plato de sopa.

Pero la sorpresa mayor llegó con un pequeño álbum de fotos que creía totalmente desaparecido desde que olvidé el escondrijo en el que lo había guardado, hacía más de una década, temiendo que cayera en malas manos. Y no era para menos tanto celo por mi parte, ya que en aquellas instantáneas estaban plasmadas las andanzas de un par de jovenzuelos en lo que parecía ser una especie de festival erótico. Evidentemente yo era uno de esos chavales y la feria de sexo no era otra que el FICEB del año 2002. Mi primer FICEB.

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El alud de recuerdos que se vinieron en ese momento a mi cabeza fue tal que rápidamente corrió en mí la sensación de que debía plasmarlos en papel.

Son muchas las ferias, festivales o salones eróticos que he recorrido desde ese lejano 2002, pero todos ellos los he visitado como un profesional más que iba a hacer su trabajo. Con la idea clara de que todo lo que allí viviese debía terminar reflejado en un artículo que escribiría al momento o como mucho un par de días más tarde. En estos casos me preocupo de tirar fotos de las protagonistas, preguntar los nombres que no sé y de anotarlo todo en mi inseparable libreta, pero lo que nunca había hecho era dejar pasar más de 10 años hasta escribir una crónica, para la que además, para más inri, olvidé preguntar nombres de actrices presentes, yo era el protagonista de la mayoría de las fotos y por supuesto no tomé ni la más mínima anotación en la que apoyarme.

Por eso ésta va a ser una crónica diferente. Más que el artículo de un profesional contando sus vivencias, va a ser el de un chaval que visita por primera vez un evento de estas características, con todo lo que ello conlleva.

Cómo terminé yendo a mi primer FICEB

Corrían los últimos días de septiembre en una calurosa ciudad andaluza. Mis compañeros de piso y yo acabábamos de terminar nuestros exámenes en la facultad y estábamos a la espera del inicio del nuevo curso. Días de tedio y aburrimiento sólo animados por el deseo de saber el resultado de nuestras pruebas. Es en esa situación en la que una noche, viendo cualquier basura que pasasen por la televisión, somos testigos de un pequeño reportaje que anunciaba el comienzo del archiconocido Festival de Cine Erótico de Barcelona un par de días más tarde. Fue instantáneo, como si los tres hubiéramos pensado lo mismo, ¡hay que ir!

Deliberación rápida. Estudio de disponibilidad de fechas. Recuento de capital disponible. Primera baja, vamos sólo dos al final.

Nuestro exiguo capital no nos permite muchos lujos, así que tras una rápida investigación acabamos encontrando unos billetes de autobús, bastante baratos, disponibles para la tarde siguiente que compramos ipso facto. De la odisea que supondrían esas 12 horas de trayecto hasta que llegamos a la ciudad condal mejor no haré mención, porque daría para otro texto completo y no es cosa de irme, en exceso, por las ramas, pero el resultado fue el que perseguíamos, llegamos a Barcelona y ya no había vuelta atrás.

Y si odisea fue el viaje no menos lo sería encontrar alojamiento. Por más que buscamos, pateamos y preguntamos, todo lo que estaba a nuestro alcance económico resultó estar completo. Pero en el último momento, cuando ya estábamos sopesando dormir en un parque cualquiera (bendita juventud), sorpresa, una irreductible pensión del barrio chino tiene habitaciones disponibles a un precio de auténtica ganga que nos debería haber hecho sospechar algo. Así que tras lidiar con la alegre fauna del Raval, perdernos por calles de mala muerte y sentir en más de un momento que se me ponían los cojones por corbata, finalmente llegamos a nuestro ansiado destino (tanto que casi besamos el suelo de la entrada) pudiendo instalarnos en nuestros “lujosos” aposentos. Parte primera del plan finalizada.

El FICEB 2.002

Tras establecernos y hacer un poco de turisteo rápido por las Ramblas, mi acompañante y yo comenzamos a tejer nuestro plan de acción para los siguientes días. Entre lo que de verdad os importa a vosotros, si es que os importa, acordamos la tarde del sábado como el momento perfecto para visitar el FICEB. Hasta entonces lo típico: Parque Güell, Sagrada Familia, paseos Rambla arriba Rambla abajo, establecer amistades con los yonkis que usaban el portal de la pensión como picadero,… Vamos, lo habitual en estos casos.

Así hasta llegar al día D. Línea roja de metro destino Hospitalet y una vez allí caminata hasta La Farga. Hora de llegada: aproximadamente las tres de la tarde según el ruido que hacía mi hambriento estómago. Casi no tuvimos que hacer cola para sacar la entrada, pero ya en esos escasos minutos vimos como dos chicas de impresión entraban al recinto embutidas en unos vestidos diminutos. Nosotros nos miramos y nuestra sonrisa cómplice lo dijo todo.

Primera impresión nada más entrar: el ruido era ensordecedor. Desorientación total. Aquello me parecía enorme. Destacaba sobremanera un escenario, con las siglas IFG, situado a mi izquierda, aunque en ese momento se encontraba vacío. Cuando miro a la derecha tengo una aparición, veo a un ángel. Una banda de música tocaba a todo trapo un rock machacón mientras una morena de carnes prietas, enfundada en el vestido azul más sexy que haya visto jamás, se contoneaba de forma impúdica volviendo loco al escaso público que había en el recinto. Inevitablemente arrastro a mi amigo hasta la escena del crimen y ambos babeamos ante tan atractiva bailarina hasta que la música termina, despertándonos de sopetón de nuestras lúbricas ensoñaciones. En ese momento lo tuve claro: si toda la tarde va a ser así creo que la experiencia valdrá la pena.

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Tras ese sobresalto inicial decidimos investigar un poco más aquello. Tenemos tiempo de sobra y podemos tomarnos las cosas con calma. Aunque no es que el temple nos durase mucho. No habíamos dado dos pasos y ya vemos como un grupo de curiosos se arremolinaba en torno a un stand donde una chica negra, Denise Valdez, se hacía fotos bastante provocativas con los asistentes. Antes de que corriese un minuto sus tetas ya han pasado por nuestras manos y el momento ha sido plasmado en la correspondiente instantánea.

Retomando nuestra ronda informativa nos damos de bruces con una chica morena, alta, cara de vicio y dos poderosas razones que se abultaban incluso bajo un grueso jersey de lana. Es Laura Angel, y yo poco más y me echo a llorar allí mismo. Era la primera vez que tenía tan cerca a una verdadera estrella porno y me embargó tal impacto que entre que articulo lo que he de decir e intento sacar la cámara de fotos, ella ya se ha marchado. Y aunque en ese momento no lo sabía, era para no volver más.

De todos modos tampoco es que tardásemos mucho en reponernos de la impresión, ya que siguiendo su rastro nos dirigimos al stand del que la habíamos visto salir. Acierto pleno que resultó ser uno de los mayores descubrimientos de la jornada.

Inciso. El FICEB 2.002 era un festival con muy poquitas estrellas internacionales. A diferencia de años anteriores donde habían venido actrices del calibre de Jenna Jameson, Jeanna Fine o la troupe Salieri al completo, ese año el único nombre que se promocionaba desde la organización era el de Rocco Siffreddi. Posteriormente muchas de las chicas presentes ese año terminaron por convertirse en auténticos mitos en la industria, pero en ese momento eran starlettes que empezaban su carrera y que sólo los más avezados consumidores, entre los que no nos encontrábamos, sabían de su existencia.

Por eso, cuando llegamos al stand de Interselección, no caímos en la cuenta de que allí teníamos al alcance de nuestra mano a actrices del calibre de Laura Lion, Karma Rosenberg o Julie Silver. Para nosotros sólo eran una morena de jugosas tetas o una rubia de piernas interminables. Así que aunque nos hicimos unas cuantas fotos ni mucho menos aprovechamos la ocasión como en verdad merecía.

Además surgió un problema añadido, no habíamos hecho sino empezar la tarde y ya nos estábamos quedando sin carrete. Sí, amigos, antes de la era digital las cámaras fotográficas tenían una capacidad bastante más limitada que ahora y nosotros, poco previsores, habíamos “desperdiciado” la mayoría de fotos en las típicas panorámicas de la ciudad. Estaba claro que llevando allí poco más de una hora había que encontrar una solución como fuese antes de que la catástrofe fuese irremediable.

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Tras un brainstorming rápido entre dos cerebros casi colapsados por el exceso de abundancia mamaria logramos concluir, no sin esfuerzo, que hay que ir a una tienda y comprar la típica cámara de un solo uso. Además nos vendría bien salir de allí aunque sólo fuese un rato. Los calores empezaban a estar muy subidos y aquello cada vez se llenaba más, asemejándose a una olla a presión con constantes refregones incómodos.

Así que tras una fugaz visita al centro comercial colindante para comprar nuestra deseada nueva cámara, refrescar mente y bajos e ingerir algo de alimento para reponer fuerzas perdidas, tocaba volver al ruedo y terminar la faena.

Con la Farga cada vez más llena nos dimos cuenta que lo de ir de un lado a otro como pollos sin cabeza era una locura si queríamos ver algo. Ya había colas y empujones para hacer casi cualquier cosa y era Impensable siquiera acercarse a un escenario si no se hacía guardia continuada en primera fila. Pero aún en esas condiciones mi mente no ha conseguido borrar un show que vimos casi de refilón protagonizado por una pequeña chica de rasgos asiáticos que se movía por el escenario de IFG al ritmo del “Sweet Dreams” de Marilyn Manson. Tiempo después me enteré que la protagonista de tan memorable espectáculo había sido nada más y nada menos que Katsumi.

Cansados de andar de aquí para allá decidimos que había llegado la hora de que nosotros montásemos también nuestro propio campamento junto a alguno de los escenarios. Tras discutir tan importante decisión, nuestra primera parada sería en el stand donde supuestamente poco después la televisiva Celia Blanco se presentaría en sociedad.

No es que tuviésemos mucha curiosidad en conocer a la española, pero el hecho de que a los cinco primeros de la cola les regalasen su última película autografiada por ella y que además hubiese un par de sillas libres allí al lado nos hizo decidirnos sin dilación. Lo que no sabíamos es que ese rato que estuvimos esperando terminaría por dejarnos una de las anécdotas más memorables de la tarde.

Como buenos andaluces, mi amigo y yo nos pusimos a charlar con la gente del stand para matar el tiempo hasta que llegase Celia. Concretamente una mujer madurita, de la cual me sonaba la cara, nos daba bastante palique interesándose en porqué habíamos ido al festival, si nos gustaba el porno y demás preguntas por el estilo, hasta que llegado un momento nos inquiere directamente por si alguna vez nos habíamos propuesto ser actores de cine para adultos. Mirada de incredulidad entre nosotros y risas. La mítica María Bianco nos estaba diciendo que nos veía madera y que podíamos probar en el casting que organizaban más tarde en el hotel. Ni que decir tiene que nuestra carrera en el porno no llegó ni a empezar.

Por otra parte, mientras hacíamos guardia, tuvimos la suerte de recibir una visita totalmente inesperada cuando Toni Ribas y Sophie Evans aparecieron por allí para saludar a sus conocidos. Evidentemente el público aprovechó para fotografiarse con la pareja y servidor no iba a ser menos. Aunque en mi caso me quité a Toni de en medio, para su sorpresa, que con tene a Sophie a mi lado ya me era suficiente.

Con esto transcurría una espera que no parecía tener fin al no aparecer por allí la señorita Blanco en ningún momento. Finalmente, ante la presión de los hastiados fans, nos comunicaron que una supuesta indisposición de última hora iba a impedir la presencia de Celia en el FICEB esa tarde. Decepcionados y cansados, sobre todo cansados, nos despedíamos del stand hacia nuevas costas con el pírrico botín de un VHS de “Delirio y Carne”, sin dedicatoria, bajo el brazo.

En vista de la hora y de que a aquello no le quedaba mucho para cerrar decidimos que era el momento de volver a nuestro escenario favorito. El mismo en el que habíamos visto a la impresionante morena del vestido azul cuando entramos.

Justo en ese momento finalizaba un show en el que una menudísima rubia acaparaba todos los flashes y las loas de los espectadores. Dora Venter, así se llamaba la chica, era la estrella en esos momentos de los espectáculos que montaba Conrad Son con su Pornoband y sin duda el mayor reclamo del que disponían en el festival. Aunque personalmente no comprendía qué le veían a la rubia teniendo al mencionado ángel de cabellos morenos a poco más de un par de metros.

Con el fin del show y la consecuente dispersión del público, nos dispusimos a tomar posiciones para el siguiente pase que realizarían esa noche, el último, según nos dijeron en el stand. Pero para nuestra alegría no íbamos a tener que esperar mucho para ver a las chicas. Por una salida lateral del escenario, en una pequeña barra de bar que servía de separación con los fans, aparecieron tres de las protagonistas. Una rubia simpatiquísima (Karina Sky), una brasileña sosaína (Valeria de Fogo) y la morena de los shows. Como se ve que nadie se lo esperaba, no había una multitud acechante de salidorros y no había problemas para hacerse fotos o charlar un poco.

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Lo que ya se salió del patrón fue que, cuando comenzamos a darles un poco de charla a Karina y la morena, éstas no sólo accedieran a hacerse unas fotos con nosotros, sino que directamente se salieron del stand para poder posar más cerca. A aquellas alturas hacía tiempo que nos habíamos dejado la vergüenza en casa y no perdimos oportunidad en coger cacho viendo su buena disposición. La sorpresa no fue que ellas ni siquiera se quejaran, sino que respondieron acercándose más todavía para acabar metiéndonos mano directamente. Estaba claro que era un poco cantoso porque poco a poco la gente de alrededor comenzó a prestar atención al espectáculo. Lo normal es posar para una foto y que pase el siguiente, no tirar medio carrete apretándose cada vez más.

Al final, ante la insistencia del resto de asistentes, tuvimos que dejar que se sacasen unas cuantas fotos con los demás interesados. Entre ellos, viendo el espectáculo que habíamos dado, un atrevido chaval fue a hacer lo mismo que nosotros, arrimarse demasiado, con el resultado de un bofetón que aún resuena en mi cabeza y la vuelta de las dos chicas a los camerinos.

Pero lo mejor estaba por llegar. Al poco de comenzar el esperado último show las chicas piden que suba gente del público y la morena explosiva no pierde la ocasión de venir hasta la posición del que esto escribe y empieza a hacer gestos para que vaya con ella. En aquel momento mis hormonas más que revolucionadas y el calentón acumulado durante todo el día hablaron por mí. Guiño cómplice, sonrisa de aprobación cuando ve mi disponibilidad y eh,… qué hace aquel, no, no, que voy a subir yo. Se me habían adelantado. La cara, entre resignación y decepción, que puso ella no se me podrá olvidar nunca. La mía debía ser todo un poema. Poco después el show llegaba a su fin, aunque para mí hacía tiempo que había terminado.

La jornada había concluido y éramos prácticamente los últimos en abandonar el recinto. Ya en la calle el aire fresco sirvió para ir aclarándome las ideas y poco a poco la decepción final era sustituida por una sonrisa que cruzaba mi cara de oreja a oreja mientras remembraba todo lo que nos había deparado ese inolvidable día. Seguramente lo allí vivido puso en mí la semilla que terminaría por germinar en mi pequeña carrera como reportero del mundillo que ha continuado hasta el día de hoy.

Ah, y no creáis que he olvidado el nombre de la dichosa morena. Como iba a hacerlo si poco después se convertía en una de las mayores estrellas de todos los tiempos que ha tenido el porno europeo. A ella, a Michelle Wild, sueño de muchos y mío desde aquel día, dedico este texto.

Bye.